El objetivo final de la maternidad/paternidad es la crianza y educación de los hijos. Educar a los hijos significa prepararlos para la vida, y esto, aunque nos duela se traduce en que debemos lograr que nuestros hijos se valgan por sí mismos, que NO nos necesiten, así de simple y así de duro. Empoderar a tus hijos quiere decir…
El objetivo final de la maternidad/paternidad es la crianza y educación de los hijos. Educar a los hijos significa prepararlos para la vida, y esto, aunque nos duela se traduce en que debemos lograr que nuestros hijos se valgan por sí mismos, que NO nos necesiten, así de simple y así de duro. Empoderar a tus hijos quiere decir que ellos mismos tienen el control de su vida y tienen las herramientas y habilidades necesarias para ser la persona que está llamada a ser.
Aunque suena a sentido común y esta es una tarea natural, porque nos la da la misma Naturaleza, parece que cada vez la hemos ido perdiendo. Los padres de los últimos tiempos en lugar empoderar a los hijos en el sentido que ya hemos hablado, lo que están haciendo es inutilizándolos para la vida. Estamos volviendo a los hijos en seres dependientes, inseguros y exigentes que se creen con derecho a todo y se frustran por todo. Marcus Bukhingham la llamó generación «tacita de té» pues son tan bonitos, pero tan frágiles (e inútiles) como esas tacitas de porcelana que tenía la abuelita y que venían en una caja que dice «manéjese con cuidado» y que obviamente no servían para servir ningún té, eran de adorno. Una generación muy sensible y falta de resiliencia.
Yo no quiero esto para mis hijos, ningún padre lo desea, pero en nombre del amor (mal entendido) eso es lo que hacemos al rescatarlos, al sobre protegerlos, al querer controlar todo lo que hacen. Todos hemos caído alguna vez en hacer por algún hijo algo que puede hacerlo solo perfectamente, todos hemos tratado de salvar a una hija de pasarla mal, y en ese afán de evitarle el sufrimiento, la hemos rescatado. Todo esto sin darnos cuenta de las consecuencias a largo plazo que estamos promoviendo, todo en nombre del amor. Pero el verdadero amor es exigente y eso a veces implica el sufrimiento, el dolor, la incomodidad, es parte de la vida, es lo que hay. Es cierto que si les preguntamos a los hijos ellos dirán que está bien, pues ser consentidos se siente bien. Como padres no estamos para evitar el sufrimiento, o tener a los hijos siempre contentos, estamos para ayudarles a desarrollar las destrezas y darles las herramientas necesarias para que puedan levantarse cuando caigan, que puedan recuperarse o reparar los errores cometidos, en fin que los empodere.
Tu labor de papá o mamá no es hacerles sufrir, como antaño se decía: «la letra con sangre entra», pero tampoco el quitarles la oportunidad de crecer y fortalecer el músculo de la resiliencia, aún en nombre del amor. Como mamá no es sencillo ver a tu hija pasándola mal, ver a tu hijo llorando o incluso escuchar que te dice cosas feas porque no le «ayudas», pero te aseguro que será un dolor momentáneo y que en realidad es más incómodo para ti que a ellos. Recuerda que tu tarea es educar y que los frutos de esa tarea no son inmediatos.
Fabiola Narváez